lunes, 11 de febrero de 2013

El metro

No sé bien cómo comenzó todo. Algo sobre que irías a recogerme en tu carro, pero luego nos bajamos y tomamos el autobus, o el metro, alguna fusión de esos dos. Y había alguien más, otra chica, que yo no conocía pero era tu amiga. Los tres nos fuimos y pensamos en cómo hacernos de dinero. El robo parecía lo más factible. Así que empezamos a robar. Tú eras el encargado de tomar las carteras, nosotras de esconderlas y distraer a la gente. Pronto, no se nos hizo suficiente, queríamos más. Y planeamos otra cosa. Un robo a un hospital, o a un doctor. Tú te harías pasar por practicante y ensayabas con ella sobre lo que dirías frente a los doctores. Pero ella se enamoró de ti. Una vez que te ayudaba, te dictó lo que el doctor podía arreglar a un paciente (una pierna, un tendón, la rodilla) y después... algo confuso pasó, y te besó. Tú la rechazaste, yo estaba espiando. Lo ví todo. Así que entré en la habitación para meter incomodidad, pero no te reclamé, no dije nada. Solo tomé de la pizza que tenían ahí y comí con una sonrisa.
Ella desapareció poco tiempo después. Tú te enojaste por el motivo que ella decidió dejarnos. Y no me salvé, tu enojo fue hacia mí también. Y todo salió mal desde ahí: nos vieron robando, tuvimos que dejar los metro/autobuses, nos fuimos, nos escondimos. Por alguna razón, tú y yo nos convertimos en alguien más. Eramos él y ella. Había una espada. Un accidente le quitó el brazo, se desangraba. Él quiso ayudarla, pero terminó sin miembros.
Escuché una voz como de anuncio televisivo: los niños de la calle terminan sin hogar. O algo así.

No hay comentarios: